Se sabe que la escalada es un deporte peligroso, esto es principalmente porque cuando mencionas que eres un escalador, las personas automáticamente piensan en películas como Misión Imposible, Límite Vertical o en Alex Honnold 'freesoleando' algo. La verdad es que la escalada no es tan absurdamente peligrosa como la hacen ver. Sin embargo, existen riesgos cada vez que vamos a escalar. Desde subir un bloque en Mineral hasta unos multilargos en Potrero, el riesgo de tener un accidente, incluso uno fatal, siempre está presente. Lo interesante es que muchas de las veces estos accidentes son causados por error humano y no por fallas técnicas del equipo.
Con 17 años escalando, he aprendido que muchos accidentes ocurren por una mala planificación, mala comunicación y mala mitigación de posibles riesgos. En un viaje de escalada a Joshua Tree en California, estuve a punto de ser parte de un accidente de los que son feos. El viaje estuvo muy cerca de ser una de las peores experiencias de mi vida y probablemente de las últimas. La escalada en Joshua Tree consta principalmente de escalada tradicional en un granito muy sólido y con grietas perfectas, como buenos escaladores deportivos y 'bouldereros', solo contábamos con cintas exprés y crash pads, por lo que nos dedicamos a buscar algunas de las pocas rutas deportivas que ofrece esta zona. Luego de revisar algunas rutas deportivas encontramos un slab con bolts que parecía divertido. Mi aseguradora, en ese tiempo mi novia, era alguien en quien confiaba plenamente puesto que ya me había asegurado demasiadas veces en el pasado sin ningún problema. Comencé a escalar el slab y al llegar a la cima me encontré con la sorpresa de que la ruta no contaba con una reunión con bolts, solamente había un bloque del tamaño de una estufa sin ningún cable o cordino atado (al día siguiente nos enteramos de que justo acababan de limpiar los cordinos y líneas de vida de los cuales limpiabas la ruta), por lo cual me anclé directamente al último bolt para evaluar cuáles eran mis opciones para descender y eventualmente limpiar la ruta. Fueron alrededor de 3 minutos los que estuve anclado a este bolt cuando finalmente decidí abandonar un mallón de ferretería en este último bolt (qué miedo). Al momento de desanclarme del bolt y comenzar a que mi belayer me bajara, supongo que por tratarse de un slab y no encontrarme totalmente sentado en mi arnés, pude comenzar a caminar un poco la ruta hacia abajo. Durante estos pocos pasos que di nunca solté la cuerda que venía de mi pareja con mi mano izquierda. Segundos después, una vez que pude ver a mi aseguradora, noté que me había liberado totalmente del sistema, recuerdo ver el Grigri abierto en su mano y la cuerda flotando en el aire. Inmediatamente comencé a gritar desesperado y enojado mientras subía hasta el último bolt para anclarme de nuevo y rapelear por cuenta propia (siempre llevo un ATC en mi arnés).
Una vez de vuelta en el bolt, bajé con mi ATC y limpié la vía. No fue hasta el siguiente día que discutimos al respecto. Toda esa noche en el camping estuve pensando en lo que salió mal. Llegué a la conclusión de que el principal motivo de este encuentro cercano con un accidente fue la falta de comunicación. Yo supuse que mi aseguradora sabía cuáles eran mis intenciones al terminar la ruta, aunque nunca le expliqué claramente lo que planeaba hacer una vez que llegara a las cadenas. Mi aseguradora aseguró haberme escuchado decirle que me liberara cuando estaba en el último bolt. Lo único que sé es que yo nunca fui claro con mi comunicación verbal previa y posteriormente a la escalada. Por fortuna no me caí, por una extraña razón nunca solté esa cuerda, sin tener idea de que de haberlo hecho probablemente hubiera terminado en el hospital o el panteón.
Otro encuentro cercano con un accidente de los feos fue cuando unos años después, me encontraba escalando en la pared del Centinela en el Diente, Guadalajara. El día eran puras risas y alegrías y los pegues no paraban. Casi al final del día, un amigo me pidió un belay para intentar "Arroz con habichuelas" de yoyo. Ese día yo estaba estrenando unos lentes para dar belay que me había regalado mi hermano, pocas veces antes había utilizado este tipo de lentes para asegurar, la verdad nunca fui muy fan de estos, sentía que no veía bien al escalador. Puesto que era un yoyo decidí utilizarlos, los tuve puestos todo el tiempo mientras preparaba mi Grigri y me colocaba en donde caía la cuerda desde las cadenas. El escalador al que estaba asegurando era un tipo pesado, muy pesado, cada vez que se caía podía sentir su peso en la cuerda y jalonearme un poco hacia arriba. Durante todas estas caídas, las cuales fueron bastantes porque "Arroz con habichuelas" es el 12a más duro del mundo, el Grigri funcionó a la perfección y no hubo problema alguno. No fue hasta un descanso, con la cuerda tensa, que noté que el Grigri no estaba bien cerrado. Usualmente el Grigri queda completamente cerrado con sus dos orificios encontrados y clipeados al mosquetón de seguridad; esa vez solo había pasado uno de los dos hoyos. Por suerte el mismo sistema bloqueaba la cuerda en cada caída, sin darle espacio suficiente para que se saliera y probablemente el escalador cayera hasta el suelo. En cuanto me di cuenta de esto, inmediatamente le dije al escalador que se anclara a un bolt (él me preguntó por qué, yo le dije que al rato le decía) y al mismo tiempo estaba pidiéndole a otro escalador presente que me reemplazara con su sistema de seguro; en menos de 1 minuto ya habíamos arreglado el problema. El escalador pidió ser bajado hasta el suelo. Una vez en el suelo le expliqué lo que había sucedido sin titubear, le pedí disculpas y le dije que me sentía muy mal.
El sentimiento empeoró cuando me volteo a ver a los ojos, con los suyos llenos de lágrimas y me preguntó: ¿Qué le hubieras dicho a mi esposa? Se me hizo un nudo en la garganta y me sentí muy tonto. Por más bromas que me hacían todos los presentes para animarme, no me pudieron sacar una sonrisa. Esto dio fin a ese día de escalada. Esa misma noche, nos vimos todos en una fiesta en el Lab. (lugar de fiestas perronas en Guadalajara) y ya entre chelas y después de pedirle disculpas otra vez al escalador, nos abrazamos y me dijo que todo estaba bien porque no había pasado nada. Hasta la fecha es tema de conversación cada vez que nos vemos, pero en modo broma (creo), afortunadamente.
Estos encuentros cercanos a escalar "a muerte" los cuento siempre que puedo porque ayudan a que otros escaladores estén alertas a la hora de escalar y dar belay. Por fortuna en ningún escenario se tuvo que visitar al ortopedista, fueron solo llamadas de atención para recordar que la escalada sí es peligrosa y un accidente ocurre cuando menos te lo esperas. Es importante saber cómo hacer las cosas, nunca hay que creer que tu cordada piensa igual que tú y en general, mantener una actitud precavida nunca está de más; cosas sencillas como revisar nudos, arneses y sistemas antes de comenzar a escalar pueden hacer la gran diferencia entre un día bueno y uno muy malo. Siempre que estés escalando, de cualquier lado de la cuerda, recuerda que nadie queda exento de errores y que tu seguridad y la de tus compas dependen de nuestras propias acciones y prevenciones.
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